Parece insólito que asusten un par de tetas en el siglo XXI. Hoy, cuando las mujeres golpeadas y abusadas sexualmente no entran en materia de espanto. Es que para los analistas de la moralidad siempre es más antinatural un pezón en la vía pública que una mujer en una bolsa de consorcio.
Misterioso razonamiento el que culpabiliza a una mujer desnuda y no a los autoproclamados dueños de cuerpos cosificados. Y la esquizofrenia moral colectiva argumenta que son desprolijas unas tetas sin corpiño pero sobrevive mirando de reojo las violencias cotidianas.
Nosotras, el daño colateral del doble discurso ético que aún nos reserva una vida de exclusiones. La televisión nos recibe para exponer nuestros cuerpos sin censuras ni preceptos, pero en la libertad ficticia gobierna el rating y en la calle las tetas autónomas no venden nada: la casa se reserva el derecho de admisión y permanencia.
"Mujeres eran las de antes", dicen los retrógrados militantes del sentido común. Bueno, para nostalgias de la época del hombre dueño del espacio público están las peliculas y los trapos. Mujeres somos las de ahora y estamos reclamando el lugar que nos toca del mundo. No se preocupen, si molestan las tetas siempre existe la opción de mirar para otro lado, como hacen con las cifras de femicidios y de aborto clandestino.
Esto no es parte del microclima de victimización que creen que inventamos para ser parte. No necesitamos mentir: el mismo día que empalaban y asesinaban a Lucia Pérez en Mar Del Plata y que reprimían en el Encuentro Nacional de Mujeres con balas de goma, los medios de comunicación mas grandes del país titulaban exhortados que cientas de mujeres habían ensuciado la ciudad mientras caminaban en tetas.
Lo que molesta son las tetas que no están a la venta y los cuerpos que no se compran, porque las dueñas somos nosotras.