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Lo que queda por hacer en el Rock Nacional

Pasado, presente y futuro de nuestro rock y su compromiso político y social. Por Federico Giovanetti.

Hace algunos días se publicó una entrevista a Rocambole, el artista gráfico emblema de la estética ricotera. Su creador y perpetuador. Una pata más de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

Es una nota que recomiendo ampliamente para leer e interiorizarse en las ideas e interpretación histórica que hace Rocambole del Rock nacional. En esa entrevista, propone algo más que interesante. Sin ser el primero que lo dice, lo hace de forma bien pedagógica:

"Siempre dije, desde 1967, que el rock nacional era político. En esa época me decían que no, que no eran políticos, que no querían a la política. Resulta que a un grupo de jóvenes se les ocurrió ponerle letras en castellano a una música importada. Eso que parece obvio, fue la actitud política más grande que tuvo el rock nacional".

En primer lugar, plantea que el Rock es político. En particular, el Rock nacional. En segundo lugar, plantea que a lxs músicos que están metidos dentro del Rock nacional no les interesa(ba) hacer política y negaban cualquier actitud política que pudiera tener el Rock.

En tercer lugar, plantea que la actitud política más grande que tuvo el Rock nacional fue comenzar a escribir en castellano. Y es verdad ese fue un antes y un después en el Rock argentino. ¿Qué es un acto político si no es eso? Un acto político, a mi entender, tiene que ver con romper con una lógica existente y darle una nueva forma y un nuevo contenido. Transformar de forma significativa lo que nos es dado. En ese sentido, “Los Gatos” y Tanguito logran eso. Arranca el Rock argentino.

Muchos fueron los vaivenes que se sucedieron hasta que el Rock argentino tomó de nuevo las riendas de su destino. Como todo fenómeno social pasó por todas las manos y por todo tipo de programas de TV y negociados. Muchas habrán sido ahí las actitudes políticas del Rock (para bien o para mal).

Pero hay actos políticos que especialmente ponen la pelota del lado del pueblo. Del lado de la gente y no tanto de los peces gordos.

Y ahí aparecen los Redondos. Hacen dar un salto bien grande al Rock Nacional de una vez y para siempre. Los Redondos llevan el Rock a las masas. La misa ricotera se impone como método del Rock nacional. Y esto es también lo que plantea una actitud política: cambiar las cosas de modo cualitativo, no solo cuantitativo. Los Redondos no solo llenan sus recitales, sino que llevan el Rock a las masas más postergadas de la Argentina. Remeras, tatuajes, collares, pulseras y remeras de Los Redondos inundan los barrios más humildes del país.

Mucho tiempo después, el siguiente paso político (pese a quien le pese) lo da Viejas Locas. ¿Por qué? Porque Viejas Locas acerca todavía más el Bochin del lado del pueblo. Estos jóvenes fanáticos de Los Redondos empiezan ellos también a hacer Rock. Nace el Rock barrial o Rollinga. Siendo su expresión más acabada Viejas Locas.

Contando lo que pasa en el barrio, como pega la desidia, y lo que duele la miseria comienza un nuevo momento en el Rock Nacional. Viejas Locas demuestra que se puede hacer Rock en el barrio, hablando de la forma que sea y como sea. Hay quien ve en el Rock barrial un empobrecimiento del Rock. No soportan que el Rock sea de una vez y para siempre del Pueblo y para el pueblo.

El triste paisaje es que hace años desde que el Rock barrial sentó estas bases, y hace años que no se da un paso más en ese sentido. Sumido en cierto estancamiento y con solo pequeñas formas nuevas que asoman, no termina de dar un salto grande como en otras épocas para mostrar su capacidad de transformación.

El paso que le toca dar al Rock tiene que ver con comprender su potencial transformador. Con dejar de negar su carácter político y asumirlo concientemente. Empezar no solo a mostrar lo que pasa, sino también a proponer nuevas formas de sentir, de pensar, hacer y organizar a la sociedad.

En palabras de Brecht, el Rock deberá dejar de ser “un espejo para reflejar la realidad” y empezar a ser, de una vez y para siempre, “un martillo para transformarla”.

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