“El que quiera luchar hoy contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad tendrá que vencer por lo menos cinco dificultades. Tendrá que tener el valor de escribir la verdad aunque se la desfigure por doquier; la inteligencia necesaria para descubrirla; el arte de hacerla manejable como un arma; el discernimiento indispensable para difundirla.” Brecht (Cinco dificultades para escribir la verdad, 1934)
Un disparo certero. Una foto que trae consigo una condena. En pleno día, dispara directo al rostro. Yabrán, hasta ese entonces, permanecía en las sombras y vastó con el flash de una cámara para iluminar su cara. A partir de ese momento ya nadie pudo mirar para otro lado. José Luis Cabezas hizo lo que pocos se hubiesen animado: enfrentar al Poder y exponerlo. Algo que al Poder no le gusta mucho. La playa estaba llena de gente. Midió, tomó su cámara, apuntó y disparó. Alfredo Yabrán quedó condenado para siempre.
Quienes hacemos periodismo recordamos a Cabezas todos los años. No solamente en la lucha por el juicio y el castigo que merecen los asesinos del reportero gráfico sino también por el compromiso con su trabajo.
En épocas donde todo era una “fiesta empresarial”, los más pobres se volvían cada vez más pobres, mientras que los ricos se hacían más ricos. Lujo y corrupción, Ferrari’s, odaliscas y champagne. Todo pasaba mientras se vendía el país a pedazos y se perdían miles y miles puestos de trabajo. El hambre ganaba las calles y, de a poquito, Argentina era dirigida hacia el abismo. El neoliberalismo apretaba, esta vez, como mucha fuerza y, en la tele, pasaban Ritmo de la Noche. El “periodismo” de los grandes medios hegemónicos mostraba a un país que se divertía en la fiesta de los empresarios. Una fiesta ajena. En este contexto, Cabezas actuó decidido a mostrar lo que pocos querían mostrar: la cara de uno de los que tenían las riendas del Estado mafioso. Un acto de denuncia.
Hoy presenciamos la “Revolución de la Alegría” y Show Match está en la pantalla de todo el país. El neoliberalismo quiere apretar nuevamente con fuerza. Podemos ver a nuestro país seguir el mismo camino hacia el abismo: los ricos más ricos, los pobres más pobres. Han pasado 20 años del asesinato de un colega y la tarea sigue vigente: hacer periodismo en tiempos violentos, en tiempos de neoliberalismo.
Los que hoy ejercemos diariamente esta profesión tenemos una gran responsabilidad. Mientras que el hambre, el desempleo y las protestas están siendo tapadas por un gran cerco mediático, los que realmente creemos en el capacidad transformadora de la comunicación debemos mantenernos firmes en nuestra posición: es nuestra tarea como periodistas declararle la guerra, franca y abierta, a la ilusión, el engaño y la mentira de los poderosos que operan en las sombras y en plena luz del día.
Tenemos el deber de ser claros con las palabras en todo momento: “No fue un crimen pasional, fue un femicidio”; “No son ñoquis, son laburantes”; “No es sinceramiento de precios, es devaluación y tarifazo”. Tenemos que tomar un megáfono y gritarlo si es necesario. Pero fundamentalmente, tenemos que ser certeros como Cabezas lo supo ser…