Emotiva memoria y la historia de un recital que no fue. Por Hernán Sánchez.
Que vamos el 28, bueno, que mejor vamos el 29, pero pará, que vamos el 30 que tengo el auto. Al final fuimos sin auto. Me acuerdo latente, tren y subte y un calor como el de hoy. Yo 21 años recién cumplidos, él 20. Nos llevamos seis meses, pero jugábamos juntos en la cuna. Después jugamos juntos en la calle, después en el club, después fuimos a bailar, después crecimos. El cabezón siempre programaba todo. Ese verano nos íbamos un mes de vacaciones. Un mes. Primeros quince días en Mar del Plata, y segundos quince en Villa Gesell, acá íbamos a ir a un festival de rock, que para nuestra economía era caro, pero valía la pena. Mis contactos, de la facultad, que trabajaban con la banda en el área de video, me habían hecho entrar gratis a algunos recitales y yo les daba una mano. Eran mis primeras armas en el periodismo ponele. Y ese día iba a ser igual.
Decía que el cabezón organiza todo, entonces me dice: “Vayamos con poca plata, si no nos hacen entrar nos volvemos, ahorremos que tenemos un mes para gastarla toda papá." No sé si fueron exactamente esas las palabras, pero podrían haber sido sin dudas. La idea fue esa. Entonces salimos con un par de billetes y unas monedas. No existía la Sube. Era un desafío para nuestro temple. Si no nos consiguen entradas no entramos, no había plan b. Nos volvemos. El cabezón organizaba todo, así que a las cinco de la tarde salimos para Once. Llegamos a las seis. Faltaban tres horas para el comienzo oficial. El calor era atroz. Nos quedamos en la puerta, éramos los primeros, no habían llegado ni los de la banda soporte. 18:15 hs: “¿Che, están los pibes que hacen video?”, pregunté. “Todavía no llegaron”. Fuimos a tomar un agua, el calor era tremendo. 19:00 hs: “¿Sabes si vinieron los pibes de video?” “Todavía no llegaron”. La misma pregunta, formulada de distinta manera se sucedió cada media hora, hasta las nueve de la noche. La respuesta era siempre la misma: "No llegaron". En el medio, pibas y pibes caían con una alegría enorme, familias jóvenes iban haciendo la fila. El cabezón y yo la veíamos pasar. Nos encontramos a un amigo: “Cómo andan ¿No entran?” “Ahora vemos…” Y la noche era igual de calurosa que el día. Y la gente tarareaba canciones antes de entrar y el 2004 se iba nomás. Y el cabezón y yo nos arrepentíamos de la organización, de ser tan precavidos. Andábamos sin guita. Y confiamos en mis contactos que no aparecían. 21:00 hs. “¿Nos quedamos a escuchar el primer tema desde acá?” “Mejor no, vamos a Wilde, en el Gesell rock nos sacamos las ganas.” Nos volvimos en el 98, hablando de no sé qué, quizás de Racing, o de que teníamos que armarnos el bolso.
Lo que sigue es una catarata de tristeza, de dolor y de puteadas. Desde aquel día me pregunto por qué nosotros no, yo no creo en el destino, creo que nuestra historia la escribimos nosotros mismos, pero, ¿por qué nosotros no?. Y también reconfirmo día a día que la corrupción, y que la impericia política provocó esta tragedia que nos marcó para siempre. Desde aquel día ya no somos los mismos. Y ni hablar de las familias que perdieron a sus seres queridos. Hoy el cabezón me mando un audio saludándome por el cumpleaños. Yo nací el 5 de diciembre, pero él dice que volvimos a nacer. Nos queda pedir justicia, por los pibes y pibas. Para que no pase más, para que paguen verdaderamente los que tengan que pagar. Y para que cuando esto suceda, el dolor sea más llevadero, porque irse no se nos va a ir nunca más.