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La copa menstrual amenaza la regla de oro

Las multinacionales que hacen negocio con los úteros a través de compresas y tampones, también ocultan alternativas más económicas, saludables y respetuosas con el medio ambiente como la copa menstrual. Por Diagonal Periódico.

Las primeras compresas llegaban a España de la mano de las revistas del corazón allá por los sesenta, mientras que los anuncios de tampones empezaron a aparecer en los noventa. La industria está a día de hoy metida en todos los úteros que pueden pagar sus productos. A una media de 17 unidades sanitarias por menstruación durante 38 años de promedio, resulta que una sola mujer usa 7.752 compresas y tampones en su vida. Este hecho no solo genera toneladas de residuos, también asegura miles de millones de dólares a multinacionales como la estadounidense Procter&Gamble, dueña de Evax, Tampax y Ausonia.

Pero no es cuestión de culpabilizar a las mujeres, sino de poner el foco en este tipo de multinacionales que se dedican a decir a las mujeres a qué huelen las nubes y a ocultar alternativas más respetuosas con el medio ambiente y más saludables. Alternativas como la copa menstrual, de la que ellos no quieren oír hablar porque no son rentables en el mercado.

La ocultación de alternativas

“Recuerdo que hace unos cinco años, en una de las secciones del programa El Hormiguero en la que comentaban objetos ‘raros’ de teletienda sacaron una copa menstrual y empezaron a ridiculizarla entre risas”, explica en una entrevista para esta revista la ginecóloga y profesora de la Universidad de Granada, Enriqueta Barranco, para ilustrar cómo los poderes económicos han mercantilizado la menstruación. Durante el programa, el presentador Pablo Motos espetó: “¡Pero a qué degenerado se le ha ocurrido eso!”; mientras que otro de los conductores, Damián, bromea: “el chupito preferido de Drácula”; la sección colma la indecencia cuando otro de ellos dice: “Con Diva Cup (el nombre del modelo) ya no tendrás que levantarte cada dos horas por la noche para darle la vuelta a la compresa”.

Son cinco hombres en escena mofándose de algo de lo que no tienen ni idea. “Los anuncios de tampones y compresas venían después del programa. ¡Estaban comprados! Desde entonces ya no se ve El Hormiguero en mi casa”, añade Barranco, quien no tiene reparo en señalar que muchas actividades de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) están financiadas por estas multinacionales.

Queda bien claro en artículos como este, publicado en abril de 2001 en el portal especializado DMedicina: “Con el fin de llenar este vacío informativo y eliminar mitos y tabúes relacionados con la higiene femenina, la SEGO y Tampax han creado un programa de formación dirigido a profesionales de la medicina y usuarias de tampones”. Una agresiva estrategia de marketing en la que se imprimieron 800.000 folletos y que se desarrolló por aquel entonces para evitar el pánico ante la aparición del Síndrome del Shock Tóxico (SST).

Sobre esto, la portavoz de SEGO en ese momento decía que “en realidad, [el SST] tiene más relación con la higiene que con el tampón en sí. Por eso insistimos en el cambio frecuente de tampones”. No sólo incitaban a usarlos, sino a usarlos mucho, cuantos más mejor.

La historia: el poder de la rentabilidad

La copa menstrual es un invento del siglo XIX, el Museo de la Menstruación y Salud de la Mujer en Maryland (EE UU.) asegura que ya existían modelos desde 1867. Para conocimiento de Pablo Motos, la primera patente es de los años 30 y el “degenerado” que la inventó fue una mujer, Leona W. Chalmers. Se trataba de un recipiente fabricado con caucho vulcanizado, tal y como explican desde la cooperativa catalana Femmefleur formada por Eva Polio, Laida Memba, Cris Torres y Clara Guasch.

Cuatro mujeres impulsan la iniciativa “La Copa Menstrual”, primera distribuidora en España. En su web, cuentan que al tiempo que la copa empezó a difundirse, apareció en escena Earle Haas, que patentó una empresa con un nombre muy conocido hoy en día: Tampax. A partir de aquí, “se vivió un largo silencio sobre el tema”, explica Femmefleur, que asegura que en 1963 dejó de fabricarse, sobre todo porque no era rentable. Dos décadas más tarde, en 1987 apareció en el mercado la copa menstrual de látex, reutilizable y en dos tamaños, cuyo éxito marcó el inicio del camino que llevó al año 2000, cuando se fabricó la primera copa de silicona.

Comparativa entre copa, tampones y compresas

Seis residentes de Matrona de los Hospitales Universitarios 12 de Octubre, La Paz, Fuenlabrada y la Fundación Alcorcón han llevado a cabo una revisión bibliográfica en inglés, español, francés y portugués sobre el efecto del uso de la copa menstrual para la higiene menstrual femenina en comparación a otros métodos. El resultado ha sido que la copa menstrual es mejor que los tampones y las compresas frente a la sequedad vaginal, el olor, el confort, la actividad física y la duración; mientras que los mayores temores aparecen por las fugas y por la dificultad de saber cuándo hay que cambiarla, “inconvenientes que desaparecen con el manejo habitual del producto”, indican.

Estas expertas concluyen que la copa menstrual, frente a otros métodos, disminuye las alteraciones de la flora y el PH vaginal; las infecciones vulvo-vaginales; las alergias; las alteraciones dérmicas; el coste económico; el impacto medioambiental y, además, no hay casos descritos del Síndrome del Shock Tóxico, favorece el conocimiento del cuerpo y es compatible con métodos anticonceptivos y práctica de relaciones sexuales.

En este sentido, y gracias a una encuesta vía redes sociales, esta revista cuenta con algunos testimonios de mujeres que explican su experiencia con la copa menstrual. Para conocimiento de los machos de El Hormiguero, todas son positivas, mientras que otras que aún no la usan aseguran que les falta información o, sin probarla aún, no confían en el método:

“Llevo utilizándola desde hace seis años y no la cambio por nada. Ya no sólo porque contribuyo con el medio ambiente, sino porque es saludable para mí”. Laura

“Soy mujer y hago todo el activísimo que puedo a favor de la copa por razones económicas, ecológicas y de la pura experiencia menstrual. Me cambió totalmente la percepción de la menstruación y del ciclo. Lo que más me sorprendió fue la poquísima cantidad de sangre que en realidad expulsamos y que no huela mal en absoluto cuando no está mezclada con químicos”. Anónimo.

“Llevo un tiempo usándola y estoy encantada. Me resulta muy cómoda. Además es ecológica y no usas cosas blanqueadas con lejía. No notas nada y económicamente es un acierto”. Carolina

“Me ha cambiado la vida, no puedo imaginarme el volver a usar tampones y/o compresas. Además de ecológica, barata y bonita (tengo una morada), resistente y cómoda. Ojalá la hubiese descubierto justo cuando me bajó la regla. Incalculable el dinero que me habría ahorrado”. Lau

“Yo no la uso. Me lo he planteado alguna vez, pero no me apetece nada utilizarla. Suelo sangrar mucho y pienso en cómo tendría que hacer para limpiarla cuando esté fuera de casa. Tati. A lo que otra usuaria, contesta, en el mismo hilo del foro:: “¡Qué va! Imposible. Yo sangro muchísimo y nunca me he rebosado la copa”. Lau

“Honestamente, ni había oído hablar de ella hasta que hace unos meses empecé a ver algunos anuncios por internet y me sonó a estafa. Al leeros hoy, me están entrando dudas, parece que sí existe en realidad y que merece la pena probarla”. Amada.

La información es la clave

Hace no mucho, trascendió a los medios que la CUP de Manresa planteó unos talleres públicos sobre la menstruación y las opciones de sangrado. “¡Qué barbaridad!”, “¡qué guarrería!” gritaban los tertulianos –seis hombres y dos mujeres– de La Marimorena, programa del canal 13TV, de la

Conferencia Episcopal.

“Por favor, es que estamos en el siglo XXI”, decía una de ellas; “se puede defender el medio ambiente sin usar la copa”, decía la otra; “nos quieren adoctrinar”, seguían los demás hombres; pero, sin duda, la intervención de oro vino de la mano del periodista Jaime González que, entre risas, dijo: “A mí me parece que esto es una auténtica cochinada, producto de una señora que ha perdido en este momento el oremus. Esto viene de la típica pirada a la que estamos dedicando demasiado espacio”.

Una de las que según González está “pirada” es Gemma Tomàs i Vives, concejala de la CUP en Manresa. “Pensamos que estaría bien que fuera la Administración pública y municipal quien los impartiera para facilitar la empatía entre los jóvenes”, explica en una entrevista para esta revista, al tiempo que asegura que nunca pensaron que esto tendría repercusión mediática. “Creemos que es muy importante que las mujeres conozcamos nuestro cuerpo. El contacto con la sangre menstrual nos facilita este conocimiento. Tenemos que romper el tabú. Hablar de la menstruación y de todos los efectos que producen las hormonas sobre nuestros cuerpos. Tendría que ser normal entre mujeres, y también tendría que serlo hablarlo con los hombres. Que sepan cómo nos sentimos, cómo es”, cuenta. Sin embargo, los talleres, que se demuestran más que necesarios después de ver las reacciones al mismo, no se han realizado, de momento.

Entre las “degeneradas” que inventaron la copa, las “típicas piradas” que quieren hablar de la menstruación, la “cochinada” de usar alternativas a los tampones y compresas y la “barbaridad” y “guarrería” de todo este tema, está claro que lo que falta es cultura y que el objetivo de muchos es ridiculizar a las mujeres y hacerlas sentir sucias. Lo que ocurre es que lo que hemos perdido no es el oremus, sino el miedo. La copa menstrual como fuente de información

“La ’regla’ es un objeto de medida exacta y el ciclo menstrual y la menstruación es la menos regla de la reglas”, explica la ginecóloga y profesora de la Universidad de Granada Enriqueta Barranco, para quien esta palabra debería dejar de utilizarse. “Nos han metido en la cabeza que la menstruación tiene que ser algo certero, cada 28 días; de lo contrario, estamos enfermas”, señala.

Y la enfermedad, conlleva el consumo de fármacos, por lo que todo apunta a que esta construcción de la realidad está velada para sacar beneficio. “La población no tiene ni idea de lo que es la menstruación” y el uso de la copa menstrual “ayuda a su conocimiento”, asegura. Esta ginecóloga y profesora también tiene facetas investigadoras; ha llevado a cabo un estudio junto a otras dos compañeras con la colaboración de 100 mujeres, que gracias a la copa, han podido donar su sagrado menstrual para su análisis. Entre los resultados, han descubierto que la media menstrual de sangrado es de 170 cm cúbicos, “el doble de lo que se cree, que son 80 cm cúbicos”, explica.

Otra de las conclusiones del estudio es que la sangre menstrual contiene niveles considerables de tóxicos procedentes de productos cosméticos, como parabenos (ácido para-hidroxibenzoico), que en la sangre corriente son invisibles y que afectan a la salud de la mujer. Sin embargo, pese a esta información tan relevante, Barranco asegura que están encontrando muchos problemas para sacar la investigación en medios científicos: “Si hubiéramos encontrado tóxicos en la leche materna, estaría ya publicado, pero al ser sangre menstrual, no. Sigue habiendo muchos prejuicios”.

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