Ayer encontraron a una mujer violada y asesinada en un descampado de La Matanza. Estaba adentro de una caja de cartón, desnuda, con los pies atados y un cordón en el cuello con el que fue asfixiada.
Hoy, encontraron a otra mujer, de 16 años, asesinada en Mar del Plata. Le dieron cocaína para que no se pudiera resistir. Falleció producto de las constantes violaciones y de un excesivo dolor que le provocó un paro cardíaco, después de que le introdujeran elementos por vía anal.
Les pido perdón por los detalles, es que a la hora de descalificar a las mujeres organizadas no se escatiman las palabras.
Dicen que somos violentas por nuestros métodos de intervención. Me pregunto en qué tipo de categorización entrarán los métodos de intervención que nos violan, nos descuartizan y nos asesinan. Parece que comparten nuestros reclamos pero no nuestra forma de visibilizarlos, porque graffitear una pared siempre es más ultrajante que meter a una mujer en una bolsa de consorcio.
Ponerse en tetas en una movilización como manifestación simbólica contra estereotipos y opresiones estandarizadas no es digno, tenemos para eso lugares reservados en televisión y en campañas publicitarias para que nuestros cuerpos se expongan a cambio de ganancias. Y tenemos nuestras casas, nuestras cocinas y nuestros maridos, en caso de que queramos experimentar algún tipo de libertad.
Somos criminales por demandar que el aborto sea legal, es mucho más humano ignorar el femicidio de estado y las mujeres desangradas en consultorios clandestinos. Están indignados por los destrozos en la vía pública y están cansados, dicen, de las exigencias ante una desigualdad que se les presenta como ficticia. Imagínense si nosotras no estamos cansadas de salir a la calle y no saber si vamos a terminar violadas en una caja de cartón.
Violencia no es graffitear una pared, ni romper un vidrio, violencia es tener miedo por ser mujer. Les pedimos disculpas por las molestias ocasionadas, es que nos están asesinando, y se nos hace urgente gritar.