Y un día volvió Messi. Por Patricio Pellegrini.
Los Fabulosos Cadillacs volvieron al Luna Park un 1ro de Septiembre de 2016.
Recordé aquella canción. No hacía calor, era Junio, pero la recordé. Me identifiqué igual.
Los vientos comenzaban a endulzarte el pecho pero ya sabías que venía. Sin embargo, tu cabeza le dio ruedo. Y empezaron a sonar en tu cabeza, hasta que de repente llegó, lo que ya sabías que iba a llegar, ese golpe que faltaba para terminar de hundir el pecho.
“Tomaste el vaso aquel, aquel que no debés tomar”.
Me destruía esa frase. Había dicho adiós.
Y esas cuatro frases te retumbaban. Cada vez más fuerte.
- “(…) La fuiste a buscar, aunque te habías jurado que ya fue”.
- “El tiempo pasa pronto y todo tiene su final”.
- “Volvamos caminando, pero elijamos el lugar”.
- “Quisiera volver el tiempo atrás, pero lo que vuelve es esta noche nada más”.
Es cuando sabes que rompiste algo.
Que ya nada va a volver a ser lo mismo. Es un momento bisagra, ya nada es seguro.
No tenés idea que va a pasar. Se rompió.
Realmente se había roto.
Había llorado. Por primera vez, viste esas lágrimas recorrer las mejillas como nunca.
Te había demostrado tristeza pero jamás de esa manera.
Sabías que no era lo mismo.
“Y ya está” – así largó mientras intentaba dar explicaciones cuando ansioso indagabas.
Intentabas persuadir: “Es un momento para estar fuertes, te acordás de aquella vez (…)”.
Ceño fruncido. Mirando hacia abajo. Y cuando le contás de aquella vez levanta la mirada y te mira fijo. Te mira con ese gesto que te explica que no hay solución. Se rompió.
Después de esa mirada repetís la estrategia al instante, pero ya perdió el interés y mira hacia un costado, es ahí cuando volvés a pedir explicaciones.
Y vuelve, pero esta vez más contundente.
“Ya está. Se terminó para mí la selección”
Al instante te quedaste mudo. Te dice en la cara de su frustración y no tenés respuesta para dar, no andabas de ganas de volver a sacar las frases de autoayuda, vos tampoco tenías explicaciones.
Al tiempo, me asusté. Me desesperé. Pensé que lo perdía.
No encontraba explicaciones de cómo iba a tomar esa decisión.
De cómo una persona de su talla no podía endurecerse y demostrar su capacidad.
Demostrar quién es.
Y él en ese momento, no lo sabía.
Se rompió.
Lo rompimos.
Un 1ro de Septiembre. Recordaba el tema y ahí estabas.
En aquel momento te estaba creciendo la barba, y te cargábamos.
No sé qué efecto magnífico provocaron esas lágrimas con la mezcla de tu nueva barba, pero casi tres meses después ahí estabas.
Nos habías perdonado. Como siempre pudiste frenar la pelota y pensar que por más que te rodeen idiotas en frente nada te va a impedir avanzar.
Y así empezó.
Te rompimos pero supiste levantarte.
Y te levantaste rebelde, seguís con la barba pero te ‘polaquiaste’ el pelo.
Jugaste como nos acostumbras, aunque aumentaste la intensidad.
En los primeros minutos se notó esa intensidad, esa personalidad en el campo de juego.
Te enfrentabas sin temor a todas las piernas uruguayas que sabemos que nunca fueron muy amables con las piernas albicelestes.
Cuando perdías una pelota ibas al suelo si era necesario para recuperarla.
Esas ganas se concretaron como antes no sucedía.
Al principio luchando y después resolviendo como un extraterrestre, así arranca el Gol.
Como arrancó tu carrera.
Comenzas a correr hacia un costado, con la mirada fija en el objetivo hasta que de repente vuelve Junio. Entonces recordás.
Frenas. Retrocedes. Volves a poner la mirada fija nuevamente en el objetivo.
La mirada se nubla, en frente rivales que no permiten dejarte avanzar.
Bajas la mirada y das un paso. Sabes que el objetivo está difuso, es complejo.
Pero ya no te interesa, te llenas de confianza y disparas.
La fortuna, el azar, tu disposición ante la adversidad, no sabes muy bien cuál es la explicación.
Pero tenes la fortuna de gritar. De mirar al cielo y descargarte.
Comienzan los pasos hacia el objetivo.
Esa intensidad, esa personalidad va de la mano con la intensidad a la hora de reaccionar ante las injusticias. Van a echar a un compañero y te vas derecho al cuello de la autoridad.
Lo echa y echás un mimo rápido ante el dolor instantáneo del compañero nuevo.
Segundos después volves a protestar con mayor intensidad. Pareces cambiado.
Termina el partido y vuelve la bronca a tu cuerpo. Volves a enfrentar a la autoridad.
Ya no te estás guardando nada.
Estás en desventaja, pero no lo haces notar. Son menos, pero no le das importancia.
Te pegan y devolvés lujos. Un creativo como vos te busca asfixiar.
Sin embargo, sostenés la presión.
Y ante el avance infantil de otro devolvés con magia entre sus piernas. Fiesta.
Estás feliz. Estás intenso. Estás cambiado.
Te golpean y vos, sin mucha preocupación, avanzás y ante la oportunidad golpeás al rival.
La devolvés. Realmente algo se quebró. Estás distinto
Victoria.
Esperamos de tu sonrisa y de algunas escasas simpáticas palabras.
Te invade un micrófono, la sonrisa enorme y acompañada de una inesperada sinceridad. Parecido a ese Junio, no te reprimís demostras la tristeza y contas sobre ese dolor.
Sobre ese pasado frío. Sobre aquella “Demasiada presión”.
Inevitable fue expresarte las ganas de volverte a ver.
Y ahí nos contás de tu dolor físico, de tu pubalgia.
Que supo acompañarte los 90 minutos, aunque no lo hayas hecho notar.
Pero no nos chamuyás, sincerás el dolor pero para que no queden dudas declarás:
“Quería estar igual, después de todo el quilombo que había hecho”.
Nos sorprendemos, y reímos.
Como cuando escuchamos por primera vez el insulto de un infante.
No prometés nada, porque realmente te afecta. Habrá que esperar dos días para saber.
Al rato, otro micrófono vuelve a invadirte.
Aquel mismo micrófono que buscaba enfriar tu decisión en Junio. Ahora sonriendo.
Repetís un poco lo que expresaste antes. Pero volves a sorprendernos.
Te preguntan por el caño y soltás:
“Bueno… también se regaló un poco el que vino”
Te comentan sobre la patada al capitán rival y volvés a soltar sorpresas:
“Fue sin querer… pensé que se la afanaba (…) le pegué sin querer, creo que le dejé una linda marca pero (…) él también me habrá dejado a una a mí también”.
Septiembre.
Lionel Messi.
Como decía un trapo en Mendoza: “Prefiero perder con vos, que perderte a vos”
Volvió mejor que nunca.
Ya lo rompimos.
Se volvió a armar, nos perdonó.
Cuidemoslo.