Hace unos días se cumplieron nueve años de la muerte del Negro Fontanarrosa. Uno de los máximos exponentes de la literatura argentina y del humor gráfico. Desde El Caminante lo recordamos, hacemos un breve repaso de su vida y lo extrañamos. Por suerte quedó su obra. Por Hernán Sánchez.
“De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro”. Roberto Fontanarrosa.
Es la primavera de 1944, exactamente es el domingo 26 de noviembre. En la ciudad de Rosario nace un pibe que será amante del fútbol y devorará en los próximos años todo tipo de literatura que le llegue a sus manos. Pero justamente su infancia no tendrá nada que resulte llamativo. Serán unos años de aprendizaje. La vida lo sorprenderá: "En mi niñez fue todo normal, todo común, sin catástrofe, sin privaciones terribles y sin acontecimientos sobresalientes. Mi niñez no da ciertamente para escribir una novela angustiante. Ni da tampoco para una historieta."
A los diez años, los colores azul y amarillo brillarán en sus ojos, el fútbol se le impregna en la piel.
Es de Rosario y se calza la camiseta canalla para jugar los picados con sus amigos del barrio.
Enfrente algunos de los chicos del otro equipo tendrán los colores negro y rojo. Esos colores serán la expresión de la rivalidad, esa que con los años lo hará vivir innumerables alegrías, así como tristezas sin límites. "Yo duermo hasta el mediodía normalmente. Dos veces me despertó mi mujer antes de las 11 de la mañana. Una fue para decirme que habíamos invadido las Islas Malvinas. Y la otra para contarme que Maradona había firmado para Newell’s. No sé qué fue peor."
La cancha de Rosario Central no está llena, corre el año 1954, no es un partido trascendental, el local juega contra Tigre. Pero para el pequeño Robertito, es la sensación más linda de su vida. Es su primera vez en la casa de su equipo. Está feliz.
En 1961 Roberto está en tercer año de la secundaria. Cansado de materias que no lo interpelan, abandona la escuela. Empieza su búsqueda. "No siento ninguna frustración por haber abandonado: al fin de cuentas soy un precursor de la deserción escolar. De esos días, el único recuerdo agradable que se conserva es el de los días miércoles al mediodía que salía del colegio para comprar en el kiosco Hora Cero 2.
La literatura se acerca a Roberto, o él a la literatura. Pero antes, el Negro, como le decían, sufre algunas decepciones. En 1962 viaja a Buenos Aires con la promesa de escribir un guión para la editorial Columba. La promesa nunca se cumple y Roberto vuelve a su ciudad natal. Trabaja en la agencia de publicidad de Roberto Reyna.
En 1968 publica su primer chiste: Un policía muestra su bastón manchado de rojo-sangre dice " no hay ninguna duda, eran comunistas". Ahí comienza su relación con el dibujo, el humor y la literatura. Tres años después su amado Rosario Central sale campeón con un inolvidable gol de Aldo Poy de palomita, eliminando a Newells en la semifinal. Fontanarrosa escribió el cuento "19 de septiembre de 1971", incluido en "Nada del otro mundo".
Roberto comienza a hacerse conocido. En 1972 nace la revista "Hortensia", con muchísimo éxito. Espacio creativo para numerosos artistas. Boogie el aceitoso e Inodoro Pereyra, el renegau, serán dos personajes que nacerán en esa redacción. Sus personajes comienzan a darle vida a innumerables páginas de distintos espacios gráficos. En 1976, Inodoro ya es súper conocido, junto con Eulogia y el Mendieta llegan al diario Clarín.
El Negro tiene éxito. Y más allá de su talento, es un pibe de barrio, que mantiene los códigos, mantiene a sus amigos, al bar, las charlas de fútbol, es un argento cien por ciento. El bar "El Cairo", en Rosario, es el sitio elegido para que Roberto se junte con sus amigos en la denominada "mesa de los galanes". "Una veintena de hombres se reúnen todas las tardes y lo fantástico es que no se habla de nada importante, es la insoportable levedad de la conversación”, dirá alguna vez.
Fontanarrosa trasladó la cotidianidad al papel, las charlas de la esquina, alejadas de preposiciones y sintaxis pulcras, se convirtieron en una marca registrada del Negro. Sus cuentos y novelas provocaron que el lector se sienta identificado, se vea así mismo en algún personaje del rosarino. El humor y la simpatía de los diálogos fueron su fuerte.
Tres novelas, diez libros de cuentos y unos veinticinco mil dibujos desde 1972 lo posicionaron en un lugar de privilegio en la élite del barro (barrio) argentino. El 18 de enero de 2007 anunció que dejaba de dibujar sus historietas, debido a que había perdido por completo el control de su mano derecha. La esclerosis múltiple lo tenía a maltraer. Días antes había dicho: “Fue un alivio llegar a esta determinación porque ya me costaba mucho dibujar y me salía mal”.
El Negro hablaba de la muerte. Se reía: “¡Y otra que a veces pienso y escucho cuando la gente dice, eh: que suerte fulano se murió mientras dormía, creo que es una instancia lo suficientemente importante como para estar despierto no?, este, pienso que uno merecería ser testigo de, de una determinación que no le corresponde, que no está en manos de uno, no?…!”
"¡Que lo parió, Negro!", fue la reflexión de Inodoro luego de conocerse la noticia. Y sí, el tipo tenía 62 años y aquel invierno de 2007 sus personajes, que tanto disfrutamos, se quedaban huérfanos.
Aunque se podría decir que Inodoro Pereyra, Mendieta, Eulogia, Boogie, Sperman y todos aquellos que nacieron de la mano de Roberto, ahora tienen una inmensa familia. Porque ya fueron adoptados por las miles de personas que los disfrutaron. Hasta otra contratapa Negro.