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Ni Una Menos: Editorial del Caminante

Hoy a las 17 se realizará una nueva y multitudinaria movilización hacia el Congreso de la Nación, bajo el reclamo por el cese de las violencias que sufren las mujeres y otros colectivos por parte de los comportamientos machistas en nuestra sociedad, mayoritariamente realizadas por los varones. El repudio hacia los femicidios está ligado a otras exigencias, como la de obtener resoluciones de política pública en torno a la implementación de la Ley de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, con mayor presupuesto para su ejecución (que permitiría una mayor cantidad de refugios y de programas de salud reproductiva). Y se ve también acompañado a definiciones sobre el aborto y la discriminación social y económica, que impiden que las mujeres ejerzan sus derechos a una vida digna. Editorial del Caminante en el programa radial del último miércoles.

Suele pasar que a la mañana, nos atragantamos con el café mientras vemos en la televisión el tratamiento mediático de un nuevo femicidio ocurrido en la Argentina. El femicidio, la forma de violencia más macabra y repugnante, el asesinato a una mujer, por el hecho de ser mujer. La condena por vivir en una sociedad que la convierte en un objeto, pasible de ser consumido y desechado.

Un sistema que privilegia a los varones y les da la potestad de decidir qué hacer con el resto de los cuerpos. Un sistema implacable y despiadado que no hace distinciones de edad ni de clase social. Una máquina silenciosa a la hora de producir violadores, machistas, abusadores o pobres tipos sin conciencia. Pero esta maquina no puede ocultar su miseria ni sus victimas. Algunos de sus nombres son: Wanda, Candela, Angeles, Lola, Marisol, Melina, Chiara, Micaela. Los principales sospechosos: Maridos, parejas, ex parejas, un hombre que pasaba por la calle y se sintió en la posición de poder violar y matar. Órdenes de restricción, botones anti pánico, denuncias judiciales: parece que ninguna política es suficiente para erradicar la problemática de fondo.

La cultura, la educación y los medios de comunicación reproducen una forma de pensar, de sentir y de concebir las formas de ser varón y mujer. forman y deforman la opinión. Establecen las normas y ponen las condiciones en el juego donde la mujer siempre retrocede casilleros y vuelve a empezar.

Los medios hegemónicos todavía llaman “crímenes pasionales” a los femicidios, en los que según nos cuentan: “el hombre mata por amor”. La construcción de un chivo expiatorio: la culpa de ser asesinada parece ser de la víctima cuando se hace hincapié en su forma de vestir, cuando se adjetivan a las personas con quien se relaciona, cuando se culpabiliza a una joven por andar sola por la calle. Todavía se sospecha más de la integridad moral de la victima que del hombre que la asesinó porque se creyó con la potestad de gritar ‘Basta para mi, basta para todos’. Pero la ecuación es sencilla: el único culpable de un femicidio es el femicida.

Algún desprevenido pensará que no es para tanto. Que al fin y al cabo son asesinos con problemas mentales, pero no. No podemos dejarnos llevar por una falsa particularidad, el problema es social . La violencia aparece en cada intersticio de nuestra sociedad, invisibilizada por la rutina, naturalizada por los medios . El pibe que se cree un campeón por salir con varias chicas pero considera casi un pecado que una mujer salga con otros pibes no tan pánfilos como él, La trata de personas y la prostitución; los cuerpos exhibidos como objetos en la televisión, son dos caras de una misma moneda: lucrar económicamente con nuestros cuerpos; El varón impune que escupe su agresión en forma de supuestos piropos, con el derecho social a la valoración pública, como si pudieran tocarnos con los ojos. La idea de una mujer ama de casa, dependiente de un hombre trabajador ha quedado obsoleta, sin embargo los productos de limpieza siguen dirigiendo sus publicidades a las mujeres que deben limpiar y proteger la higiene de su familia, o en todo caso, se dirigen al varón que eventualmente “ayuda” a su mujer.

Parece que son varios los eslabones de una cadena que lógicamente derivan en los asesinatos que dan cuenta de este sistema arcaico y patriarcal.

Nuestro deber es llenar las Plazas de almas inconformes. No es una imagen poética, hay que exigir las políticas públicas que protejan a la mujer, hay que mostrarle a nuestros hijos y a todas las generaciones que vamos a construir relaciones nuevas, basadas en el amor y el respeto. El pueblo tiene que gritar que el amor no oprime ni lastima.

Tenemos nuestras voces, y las vamos a alzar, bien fuerte hay que gritar: NI UNA MENOS.

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